Anatomía de la gastritis

Anatomía de la gastritis

 

En la anatomía de la gastritis de Itzel Lara, las relaciones humanas se reúnen entre cebollas y animales; la cebolla porque si padeces de la panza, te la inflama y sacas gases hediondos que los animales pagan, no con olerlos que ya es bastante, sino que pagan la culpa estomacal sin deberla ni temerla, solo por estar presentes. Agustín Meza dirige este texto irradiante que se presentó en la Muestra Nacional de Dramaturgia joven en Querétaro, y cuya obra nos propone con capsulas diapositivas del destino grástico, el pasaje de la enfermedad que se trasmuta al pensamiento no solo como dolor físico, sino como dolor interno que atormenta a una hija y un padre, una enfermedad que crea un conflicto para llevarnos a conocer la imposibilidad de aceptar nuestro destino.

El impacto al entrar al espacio escénico sin que aún haya empezado el transcurrir de la puesta en escena con una joven actriz pegada de las greñas a la pared, desnuda,  con una mirada acusatoria que intenta intimidar al que la observe, no lo logra, no porque la imagen sea mala, es atractiva, pero los seres humanos hemos perdido la sensibilidad y el espíritu de la convivencia; y es que la desnudez la vemos con morbosidad, y no como un acto purificador, lo relacionamos con el sexo y no con la naturaleza, que es sabia y se ríe de nosotros, o se burla y por eso le rompemos la madre.

La obra está plagada de plasticidad, de imágenes que se convierten en poesía visual, ayudado por una iluminación certera que se convierte después en repeticiones, como las mismas escenas, el chelista y las transiciones. El montaje de Meza logra cautivar en una buena parte, las figuras, el planteamiento visual, los personajes que están construidos y bien interpretados, aunque creo,  sin demeritar el esfuerzo, faltaría la introspección analítica del grupo para redondear el tono que cansa, el ritmo que se pierde en la secuencia de escenas, las voces que se ahogan y poco se entienden, porque los actores acusaron de no reconocer el espacio debidamente, y la energía del diafragma, independientemente de la intención dramática. 

Esta obra de Itzel, que como ella misma lo dice, parte de la mínima anécdota -asunto estructural que Enrique Mijares formula en su dramaturgia virtual- es propositiva porque enseña el interior, da una vuelta por las venas, y la sangre, esperando que esta circule y no se estanque, porque entonces morimos; ahonda en el organismo para crear metáforas y construir personajes cotidianos que dialoguen con el entorno para tratar de convivir sin que necesariamente tenga que ser armoniosa esa relación, sino simplemente ser humanos y aceptar la parte que nos tocó vivir, ese es el destino, y si no lo aceptas, existe el suicidio.

Fernando muñoz