Cavilaciones del columnista

10.10.2011 07:21
El espectador
Diario de Querétaro
25 de septiembre de 2011


 

Oscar Salas Gomez



"¿Para quién escribes?", me confrontó la editora, esta vez con una argumentación que daba menos cabida a la elusión. Para echarle porras a aquellos trabajos escénicos que vale la pena ser vistos por el público, al menos por simple curiosidad. "Y cuando no es así no dices nada". Solo pude devolver una mueca afirmativa. "¿Por qué?" Porque ya la llevan muy cuesta arriba para que sobre eso alguien venga a echarles tierra. "Eso es anecdótico, ¿eso a ti qué te importa? Hay personas que se atreven a ir al teatro y no vuelven porque nadie les avisó que podrían ver una porquería", y adujo el volumen del tiraje del medio y su preeminente influencia en la comarca, atemperó la gran presencia pero en un espacio pequeño. "¿Quieres ser amigo de los teatreros o crítico de teatro? Los buenos teatreros agradecen, aunque no lo digan, la buena crítica. Así es como se va construyendo la opinión". No le contesté que tengo conciencia de mi carencia de recursos para ser un crítico, más bien me considero un comentador más o menos puntual y puntilloso que se atreve a opinar, y a veces hasta parece que me hacen caso al ver reflejados mis comentarios en el escenario, sin que algún director deje de estar lloriqueando nimiedades. La posibilidad de alejar o desalentar al público del teatro sí que me ha resultado una pulga en la oreja, no por nada es la editora. La formación de opinión la veo más o menos esfumada en el consumo alucinógeno.

La incredulidad es esencial en el periodismo, máxime cuando son parámetro del arte y la cultura las aglomeraciones reunidas en las plazas públicas, como prevención de congregaciones para reclamos sociales, como por ejemplo el derecho a la movilidad. Los gobernantes ocupan las plazas públicas con alegría escenográfica para prevenir que los gobernados las ocupen reclamando el cumplimiento de promesas archivadas después de las elecciones. ¿Quién va a protestar que los gobernantes den entretenimiento a los gobernados? Regaladas, hasta cuchilladas, reza el refrán. Los espectáculos masivos queretanos capitalinos más se están usando como contención pública que como enriquecimiento del criterio y apreciación del trabajo de los artistas por parte de los espectadores: que brinquen y se desfoguen, que rían y aplaudan como focas de circo, aunque tengan que disputarse los lugares frente a los improvisados escenarios como las palomas los granos en el atrio del templo del Carmen. Las aglomeraciones son vendidas como signos de paz y orden y, en el México calderoniano de más de cincuenta mil muertos en una guerra contra criminales que no pierden la delantera, tales señales son un anuncio más contundentes que las del guía turístico más pintado de colores y vestido de hazañas y simpatía cinematográfica. Las hazañas producidas para la lente no superan las aglomeraciones reales aunque el entretenimiento gratuito sea el anzuelo.

Te tengo buenas noticias, me dijo el director y editor de "Enlacemexico", un diario en la red, tienes entre quinientos y seiscientos lectores a la semana. Empezaste en ciento cincuenta. Para una columna cultural, y de teatro, no está mal. Mayor mérito subrayaría yo tratándose de un medio cuyo periodismo se anuncia y promueve de economía y la política. Los teatros fruncen el ceño al saberse comentados en semejante diario cibernético. Me sigue extrañando que no pongan comentarios. Es que de futbol y política cualquiera tiene algo que decir, contrapuse. Si tienes lectores. Las pocas veces que voy al teatro he escuchado a la gente que comenta tu columna en "Barroco". Esa palabra la entendía en relación a la arquitectura y a alguna forma artística, hasta cuando supe que ahí sale lo que escribes. Esto es lento pero va levantando, con financiamiento podríamos pensar en una galería.

Un periodismo menos amable y más incisivo es el escogido para diferenciarlo del elaborado para Barroco, y resulta que es el que me reclama la editora supuestamente para provocar el diálogo, crear la polémica, y forjar la opinión. Pues a la vista de la experiencia que me refiere el otro editor, lo que busca la editora no va a suceder, a no ser que cuente con otros parámetros de medición que den cuenta de sus propósitos buscados. El diálogo con el lector queretano de la crítica pertenece al periodismo ficción porque por un lado los teatreros se reconocen ágrafos, es más fácil el encendido alegato cafetero aunque con los bolsillos vacíos queda el banquetero, no se digan los coreógrafos y bailarines; de los otros lectores muy pocos son espectadores, y más pocos tienen el hábito de la escritura pero sí el convencimiento, quizá involuntario e inadvertido, de la imposibilidad de la incidencia del ciudadano en el suceder público. Cuánto tiene que escandalizar para dar a notar su presencia. Entre el gobernado que no escribe y el gobernante que no lee, la letra que cuenta es la del chisme y la lisonja zalamera en el rejuego del favor con favor se paga, no la crítica que acaso se apaga con la insinuación de la amenaza y la conveniencia del silencio para la sobrevivencia y el logro de la subsistencia.

El teatrero mexicano tiene que estar metido en cinco proyectos al mismo tiempo para medio comer tres veces al día, pero ha de hacerlo en los trayectos, la mesa es para el patrón, resumo en el recuerdo las palabras de un joven teatrero queretano que actualmente actúa en escenarios de esta capital y la ciudad de México, mientras plop, observo el teatro afuera del teatro, plop, la apresurada carrera, mochila gigante entreabierta, plop, con parte del vestuario de la función dada a cinco o seis cuadras del Teatro y Centro Cultural Infinito, en Hidalgo, la calle por donde corre el teatro de cerro a cerro, del De las Campanas al San Gremal. Plop, otro integrante del elenco llega en las mismas circunstancias, plop, pero del extremo contrario del Centro Histórico, plop. Ya se puede dar la tercera llamada, plop, quien tiene un personaje que aparece después de la mitad de la representación, plop, avisó que ya salió del estreno de la obra en que está sustituyendo a quien no pudo dejar la obra en que está por prolongación de temporada, plop, de última hora les avisaron que podían continuar, plop, porque al otro grupo les retrasaron el recurso ($). En el escenario Infinito la niebla es más escudriñable, Galatsia hace verosímil y creíble el realismo ilógico de Antonio González Caballero, es un surrealismo que transita con una lógica que provoca la risa sin que digan chiste alguno, son seriamente graciosos no chistosos; unos pasajeros locos de una crucero de lujo que nunca zarpa, y por su cubierta cruzan los disparates más inconexos de una temporal comunidad que hace de sus conflictos un motivo de encuentro. Ahí quedan esos pasajeros, en El plop, o cómo escapar de la niebla.

En el gran muelle la atmósfera es más densa y abrasadora, ¿desde qué ángulo escudriñarla? El desaguisado escénico tiene solución: termina la temporada. La temporada del otro desaguisado solo tiene sexenios y trienios, la crítica, como rémoras de cetáceo, no tiene consecuencias, bueno, justifica y/o hace más degustable cada sorbo aunque el café lo sea más bien por el color. Dice la editora que la crítica me trajo aquí, y no ha vuelto, ¿será?