El teatro es un juego Entrevista con Rodolfo Nevárez

18.02.2012 15:56

 

Rodolfo Nevárez en “Desaire de los elevadores”, de Alberto Villarreal; dirección de  Tea Alagic. © Roberto Blenda.

Nos citamos en un café hermosillense a donde acudí un poco después de las cinco de la tarde, un poquito retrasado; él con un sombrero estilo Tin-Tan, que después supe es uno de sus ídolos, ya que su abuelo para que no se aburriera le ponía, no películas del actor y cantante mexicano, sino que allá en el pueblo de donde son originarios sus ancestros, Batúc, (Pueblo que desapareció ante la aguas de la presa el molinito) cuando llovía, le decía; “Mijo”, ¿Estás aburrido? Tráete esos baldes y ponlos en las goteras, y entonces la magia del sonido perpetraba los fondos de los baldes, que rigurosos entonaban el sonido del actor, Tin-Tan.

Rodolfo Nevárez (Hermosillo, 1981) es un hombre ameno y platicador cual sonrisa siempre lleva encima para provocar la amistad y la confianza en sus interlocutores. Después de charlar sobre cosas de Hermosillo, de sus calles, costumbres, bacanora, la cerveza, nos dispusimos a entrar en materia. El Teatro. En la mesita del café, sus lentes, un libro, y un celular, y su café, por supuesto.

¿Cómo es que llegas al teatro?

Fue un accidente. Rememora Rodolfo. Y con un mohín de gusto recuerda que fue por culpa de una mujer. Bendita mujer. . Sin embargo, antes, mucho antes, recuerda Rodolfo, en las reuniones familiares que se hacían en la cocina (por obvias razones sonorenses)  de la casa de los abuelos que por dádiva de la vida tuvieron 18 hijos, se organizaban pequeños festivales,  donde cada integrante de la familia hacía gala de sus talentos, para después al final, crear una historia entre todos que se representaba, y donde le tocaba –dice-casi siempre, hacer el papel principal.

 

Félix Pavalicini; El Encanto del Aguila  con Alejandro belmonte.. © de Juan Lazo

¿Los abuelos?

Mi abuelo fue actor de carpa en la sierra de Sonora, también gambusino, la familia en sí, es familia de músicos, la Orquesta Silva, así se llama porque todavía existe, y mi abuela tocaba la trompeta; entre sus anécdotas cuenta la abuela como cuando estaba lista la comida sacaba la trompeta de su papá y la hacía sonar para llamar a sus hermanos a degustar un sabroso platillo sonorense. Mi única referencia actoral en aquellos tiempos de niñez, porque me fui a vivir con mis abuelos, eran los hermanos Almada. Con mi abuelo conocí las cantinas, y a esos personajes que contaban historias, conocí los mentideros, donde los amigos de mi abuelo, la gente del pueblo se reunía para cuentearse. Mi abuelo me contaba un cuento casi a diario. De sus andanzas.

Sergio Galindo fue el impulsor de Rodolfo cuando aquella tarde no llegó uno de los actores y le pidió a al niño Nevárez que leyera el personaje, para lo cual, el niño (porque era el más chiquito) le contestó que ya se lo sabía, y la risa se desató y el niñito los apantalló; Sergio ya no llamó al actor faltista. . Al final del ensayo Galindo me dijo: “Tú te quedas con el personaje”, y se me vino el mundo encima, me atemoricé, llego a la casa de mis abuelos y me hago el enfermo, no quiero ir a ensayar, me habla Sergio, no contesto, hasta que llegan a tocar a la casa a buscarme; mi abuelo habla conmigo: “En la vida solo se dan una vez las oportunidades, o lo tomas o lo dejas, decide”; y va, me fui a ensayar.

En el “Encanto del Águila” producción de Televisa participó en un capitulo completo donde interpretó magistralmente al periodista, escritor, ingeniero, catedrático y diplomático mexicano Félix Palavicini quien fue fundador de diversos periódicos, revistas, seguidor de Madero y amigo de Vasconcelos. Pero su carrera no se basa nada más en esta serie; también ha visto acción en películas como “Ezequiel” al lado de otro actor sonorense, Jesús Ochoa; series de televisión como la famosa Capadocia de HBO, también las telenovelas forman parte de su currícula, así como las famosas capsulas de Andrés Bustamante “El Güiri-Güiri”, que hizo para televisión azteca durante el mundial de Alemania 2006.

Tamayo dice que el arte no lo es, si no te transforma”; entonces el arte transforma, y tu vida como artista se convierte en una obra de arte comenta Rodolfo mientas sus manos juegan con el recipiente de café a medio terminar. En Hermosillo no solo ha sido dirigido por Sergio Galindo, también tuvo la oportunidad de degustar otras indicaciones directoriles como las de Roberto Corella y Cutberto López, a los cuales indica cierto perfil en la forma de dirigir: Corella es más analítico y crítico, Sergio es muy serio, reservado, y dirige muy paternalmente; Cutberto es muy divertido, todo lo ve como juego, es un juego total; recuerdo los pasillos del Teatro Emiliana de Zubeldía, el sótano donde Cutberto nos ponía a improvisar a los actores y ahí es donde conocí a Osvaldo (Sánchez) las indicaciones eran las de jugar, por eso digo que el teatro es un juego, un juego en el que me divierto enormemente.

La primera vez que me presenté en la ciudad de México –comenta Rodolfo- fue en el  viejo foro del Cut (Centro Universitario de Teatro) de la UNAM con una obra de Oscar Liera, “Camino Rojo a Sabaiba”, y que dirigía también para variar Sergio Galindo que estaba de director invitado; esa vez ante un público selecto, como actores profesionales, estudiantes de teatro, críticos, maestros, personas muy conocidas del ambiente teatral me subí al escenario, me subí con más ganas que saberes,  y estuve tan nervioso esa vez que me temblaban las piernas, sentía que me iba a desmayar, que iba caer en el escenario fulminado por un ataque al corazón -y ríe divertido-. Las primeras personas que conocí en el CUT, fueron José Ramón Enríquez, Retes, Leñero…. y estaba una vez, -que después fueron algunas más- con ellos  dizque platicando y me sentía chiquitito, chiquito; ¡que le digo a estos tipos, que converso con estos monstruos! Nada; pero le pedí al maestro Retes que me diera chance de entrar a sus clases como oyente, y recuerdo unas palabras que cito cuando tengo oportunidad: “Actúa con convicción, sal a escena como perro”, yo no sabía ni que quería decir convicción, y me fui al diccionario y entendí lo dicho por el maestro.

Cuando llega al Distrito Federal y tiene todos esos encuentros que lo forman y le van dejando un aprendizaje que no esperaba, decide hacer la audición para entrar al CUT; pero no queda, y en ese no queda se encuentra con el actor sonorense, que él lo llama el Ángel de los Actores Sonorenses, Jesús “El Chobi” Ochoa y en ese momento de aparente frustración le abraza y le recomienda ir a “Casa Azul”: -“No importa, no te preocupes cabrón hay una escuela muy chingona, con la mejor planta de maestros y con una bolsa de trabajo bien chingona….(sic), (etc)”- pero entonces llega el fantasma de las audiciones, y el intento de ingreso se basa en un texto de Chejov, “El daño que hace el tabaco”, un monólogo que le encanta y lo presenta ante el sinodal Ignacio Flores de la Lama, lo ve el maestro y le dice: Nos vemos en el propedéutico…

Su primer maestro en Casa Azul fue Carlos Corona, excelente actor mexicano y quien interpreta a Álvaro Obregón también en la serie “El Encanto del Águila”, que le ayuda a soportar cosas difíciles, y de las que sale avante (no dijo cuáles); conoce a Shakespeare con él, monta Macbeth y después algunos textos de Elena Garro, y es ahí en ese momento donde emprende su vida de lector asiduo, porque lee a Paz (Octavio) y por consecuencia se introduce en el mundo de las lecturas necesarias para conocerse mejor y enfrentar el mundo que lo espera como cachorro en pijamas aunque traiga calzones.

Hasta entonces (antes de entrar a estudiar a “Casa Azul) había leído algo de García Márquez, -[que no es cosa menor]-. .

Después llega Enrique Singer y se vuelve mi papá, un gran tipo, muy divertido y que me recuerda mis principios en el teatro: “anda ve y diviértete”, me decía, igual que cuando empecé, por eso digo e insisto que el teatro es un juego. Con Singer montamos “Fausto” de Marlowe: .  En las escuelas de teatro hay mucho ego, y si, somos hermanitos y todo, pero a la mera hora, no es así; y entonces el maestro para evitar conflictos mayores nos propone que hagamos una lista para ver que personajes pueden hacer los compañeros y al final el decide de acuerdo a las preferencias de los alumnos. Yo recuerdo que quería hacer el carretero, un personaje que se me hacía interesantísimo, pero Enrique decidió que hiciera Fausto y sácatelas, compañeros enojados, que me dejaron de hablar, en fin salió un montaje muy padre: “yo soy de los que siempre está proponiendo; llego con propuestas de personaje, de vestuario, etc; y eso lo aprendí con Jorge Dávalos y se me hizo una disciplina; hay que absorber todo, de todos lados, referencias, vivencias, ver películas, ir a museos, investigar todo lo necesario para darle al personaje los elementos claves para su creación, mi creación”.

Después me llega la oportunidad de ser invitado por varios grupos ya consolidados, entre ellos el de Alberto Villarreal, que en ese entonces estaba formando un laboratorio teatral y a recomendación de compañeros más avanzados en la escuela me fui con él a hacer la audición, con mi mochila, pantalón de mezclilla. Entro a la madriguera que es el espacio de trabajo y veo que todo mundo está en ropa de trabajo, calentando, trotando, y me dije: “ya la cagué”….imagina con mi mochila y mis jean, ya valió madre….y a esperar turno, ya que….y para colmo se me ocurre llevar un monólogo de Hamlet….entro con Alberto….cuando estés listo me dice….me paro frente a él y se fue el texto, se me olvido….tómate tu tiempo me vuelve a decir….va….y lo dije para el lado de la chingada, parafrasee….lo dije todo mal….al final me dice Villarreal; no parpadeaste….Y para no hacer más larga la historia, el día de mi cumpleaños me llama la asistente de Alberto y me da la buena noticia: “Quedaste seleccionado para el laboratorio y además te invitamos para el próximo montaje”.

Y cuenta de cómo hizo su primera telenovela, de cómo trabajó con Línea de Tres, productora de Diego Luna, Rodrigo Murray y Jesús Ochoa y que hizo cortinillas cómicas para la televisora del ajusco, de Emilio Echeverría y sus consejos, y de cómo le platicó de los Naranjeros de Hermosillo, las coyotas y el bacanora. Rodolfo no descansa, charla con intensidad y goce; asume la postura de un creador del que emanan ideas y recuerdos; sonríe, frunce el seño, continúa hablando, toma café sin tomar, pestañea, se acaricia la cabeza, la golpea quedamente para que vengan más imágenes, se mueve en la silla, agita las manos ansiosas, tal vez gustaría de estar en un escenario para explicarme mejor lo que me dice; pero yo lo veo y es suficiente, sus tonos son sinceros, imposta la voz a veces para imitar algún maestro, suspira por la pasión que descubrió por una mujer que le hizo desviar su camino, y bendice ese momento, que es el parteaguas de su vida aún muy corta, y feliz como chiquillo resopla después de un par de horas compartiendo la alegría de ser parte de una actividad misteriosa, compleja, pero harto satisfactoria. Hay muchas cosas más que decir de este hombre apasionado de su arte, del teatro, de la actuación, pero ya es hora de cortar este texto o nadie la va a leer, tal vez ni él mismo. Si, seguro, nos fuimos a una cantina.

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Fernando Muñoz.

Teatro Sonorense 

2012