Por los niños señores.

20.11.2011 07:14

 

En el pasado Festival del Humor que se llevó a cabo en Hermosillo, el día 8 de noviembre, despues de su inauguración en el Teatro del Cobach, se traslado al andador Comonfort para apreciar los espectáculos de Tony Tambor y Yann Costa proveniente de Francia aunque reside actualmente en la ciudad de Guanajuato, donde toma clases con el maestro Sigfrido Aguilar, tanto así, que vive enseguida de su casa allá por rumbos de la Valenciana.

Ante un nutrido público entre niños y adultos que gozaron y sufrieron con los mencionados representantes del clown, Tony tambor fue el primero que se aventó al charco con su espectáculo de malabarismo, magia y títeres. Maleta en mesa de donde salían sus personajes y sus ideas; con niños participando y siendo sus cómplices en el juego que los adultos quisiéramos estar, pero que pena, ya no somos niños, nuestro corazón se arruga con el paso del tiempo, y lo dejamos que se vaya, que cumpla años, y los niños, esos sí que se comportan a la altura.  Tony con un humorismo blanco, pero no como el de capulina que es aburrido, entretuvo y conquistó a los pequeños guerreros, con sus juegos e improvisaciones, que buena gracia empática resultó.

Después ataviado en un típico clown europeo hecho en México, nos llega la presencia joven de Yann Costa con su espectáculo “Tres Mundos”, con dirección del maestro Aguilar: Primero el estudio del clown con el público, como si fuese un boxeador estudiando a su rival, para saber por donde comenzar, por donde conducirse, y luego el entendimiento, la interacción, la empatía, sobre todo con par de niños, que hicieron sufrir a veces al mimo y actor. Yann es un atrabancado que se lo permite la juventud de la que goza. Tiene un carisma especial, es serio, y esa seriedad se transforma en comunicación que poco a poco va logrando. Tres mundos, son tres personajes: El clown, el loco y el serio. Tres ideas que se compaginan, que se abrazan y se coquetean, para logar la unidad.

Qué cosa más bella cuando un niño se convierte en él; chupa paletas, una, dos, tres y muchas. Que delicia ver un enano enfundado en una gabardina, con brazos largos, con lentes de intelectual de comic. Y después un pequeño teatrino con dos manos y sus figuras luchando, peleando cuan espadachines en busca del amor, el cual se logra, tienen hijos y son felices para siempre.

No, no, no. ¿Pasó? Si, si brinco a los cinco niños que apostados en el piso aceptaron el reto de ver volar al clown en un par de patines, un salto mortal, varios saltos mortales; los niños sin temor alguno; los adultos angustiados; eso es una parte de su espectáculo, torturar a los presentes, pero lo digo en el sentido del divertimento, porque, quien no ríe después de sentirse cerca de la muerte, lo digo por los padres de los niños, que aguantaron la respiración hasta casi desfallecer. Jann Costa se arriesga, y confía plenamente en su capacidad; pero me preguntaría; ¿es necesario correr ese tipo de riesgos, que puede resultar en un accidente lamentable? Lo repito, la juventud del clown es una de sus herramientas, y las utiliza para su creación, aunque sea un suicida.